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Mensaje por PrisAlvS Mar Abr 09, 2013 7:24 pm

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Bueno, estreno esta zona con una pequeña antología mía, no es gran cosa y va paralela a otra historia de mayor tamaño la cual estoy escribiendo, pero no la he dado a conocer (ni lo haré aun). Espero les guste, se llama "Capricho" (la historia paralela a esta se llama Veleidad, los nombres significan lo mismo, por eso lo escogí así).
En fin, espero les guste, subiré el prólogo para que se vayan ambientando.


Estado: Incompleta.
Detalles extra: Antología de historia de distintos personajes.
Primera historia: Derek
Segunda historia: Arnau


Sinopsis 1: Derek
"Odio y repulsión, solo eso sentía por la vida que tenía que vivir."
Así empieza la historia de amor de Derek, el príncipe que odia su mundo. Sus decisiones y sentimientos lo llevaran a un punto de donde no podrá escapar, tener su vida perfecta y sufrir con sus obligaciones. Todo puede cambiar y dar un giro innesperado.


Sinopsis 2: Arnau
"El deseo de sangre controla a los vampiros, pero en mi caso es peor."
Arnau es uno de los tres lideres de la rebelión contra el reinado, sus motivos están claros: abandono del pueblo. Pero ¿cómo logró un vampiro sin poderes especiales llegar a un puesto tan elevado junto con otras dos criaturas de gran poder?
Lo único especial en él es su lado salvaje, el cual resultaba incontrolable hasta que apareció Axel.
Uno salva al otro, pero ¿quién salva a quién?
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Mensaje por PrisAlvS Mar Abr 09, 2013 7:25 pm

Capricho
Derek

P. A. Steller

Prólogo: Derek

Odio y repulsión, solo eso sentía por la vida que tenía que vivir.
Lujos por doquier, grandes castillos, empleados que harían lo que fuera por cumplir con el más ínfimo deseo que tuviese, suena como la vida perfecta para algunos, pero para mí era una tortura. Era una vida vacía, familias rotas, envidia por doquier, todos son enemigos, una vida así solo me provocaba asco, tristeza, dolor y sufrimiento.
Era un príncipe de un reino inmortal, todos los súbditos y nobles eran siempre los mismos, nadie cambiaba, o al menos no moría nadie por razones naturales. Siempre vivíamos bajo la sombra de un posible asesinato contra algún miembro del reino, no importaba cuantos guardias se tuviesen, siempre aparecía alguien muerto después de alcanzar la mayoría de edad, un número tan grande de años que no cualquiera calificaba para ser asesinado.
Traslum era mi hogar, el castillo de mi padre se ubicaba en el centro de la ciudad, todo estaba al alcance del poder familiar.

-Príncipe Derek, es la hora-dijo un criado mientras realizaba una torpe reverencia.
Me levanté de la incómoda silla en la que estaba sentado, la ropa formal que tenía que utilizar ese día resultaba molesta, se apretaba en zonas donde no era necesario y en otras la sentía grande, según mi madre esa era la vestimenta correcta, pero eso junto con la horrible corona en mi cabeza solo me provocaban malestar. Ese día tenía que asistir al baile para la nobleza de Hankierv, el gran lugar donde todos vivíamos, divido en reinos para las distintas criaturas sobrenaturales que cohabitan aquí.
La realeza vampírica ya estaba aquí, y yo, junto a mis padres y mi hermano Christoph debíamos complacer sus deseos, todos debíamos complacer a los reyes y la princesa Evangeline, conocida como la salvadora y destructora. Mi opinión sobre las antiguas leyendas era diferente a la de los demás, no me interesaba saber si eran verdad o no, las leyendas y las predicciones de Cirenia me resultaban indiferentes, muchos me consideraban escéptico.
Lentamente bajé los escalones desde mi habitación hasta el salón principal, donde se encontraban todos los invitados de esa noche. Al llegar me encontré con un grupo de aduladores que solo buscaban el favor real, aparte a todo aquél que se me acercase demasiado con palabras ensayadas frente al espejo, solo quería ser visto, cenar y luego desaparecer discretamente, pero no resultaba sencillo cuando se era el legítimos heredero al trono nefilim.
Los grupos de personas giraban a mí alrededor, los intentaba evitar para lograr situarme junto a mi familia en el palco real, pero me era difícil huir de algún grupo cuando otro ya estaba esperando por mí.
Calculé que habían pasado cerca de veinte minutos hasta que logré sentarme a la derecha del trono de mi padre, en cuanto logré acomodarme en el asiento la reprimenda inicio, había llegado tarde de nuevo, por eso debía recompensar al criado al que había logrado convencer para que me avisase en cuanto llegara la familia real de los vampiros, así había logrado evitar todo el desfile de nobles.
-Debería aprender a ser puntual, cuando seas rey deberás cumplir con vuestra obligación y no permitir ser irresponsable.
-Cuando sea rey lo intentaré y si no lo logro siempre podré vivir en una cueva y dejar que Christoph gobierne-respondí cansado de su intento por lograr que quisiera ser rey.
-Cuando vivas en una cueva y Christoph reine volveré de mi tumba y quemaré Hankierv hasta que no quede qué gobernar.
-Exageras, padre, no es gran cosa, Christoph desea este mundo de riquezas y poder, yo solo deseo alejarme de tanto aduladores que solo buscan el poder que nunca podrán tener.
-Derek, ¿qué puedo hacer con esta actitud vuestra?
-Dejarla libre y que logré cumplir su mayor deseo.
-No lo creo. Calla y se cortés con nuestros invitados.
-Siempre soy encantador con los invitados aunque por dentro desee deshacerme de ellos e irme a dormir plácidamente.
Escucho a mi padre rechinar los dientes con tanta fuerza que parecía que se fueran a romper en cualquier momento, siempre era lo mismo, él intentaba que yo quisiera ser rey, yo rechazaba sus intentos con frases tan repetidas y trilladas que las podía decir hasta dormido.
Siempre era lo mismo, mi vida era una continua repetición del mismo día: cumplir mis deberes como príncipe en contra de mi voluntad, aprender como ser un rey, rechazar el ser rey ante mi familia pero pretender ser el perfecto heredero ante el pueblo y los nobles, siempre lo mismo, pero todo eso iba a cambiar.
Ya no soportaba la misma vida aburrida que estaba obligado a tener, necesitaba un cambio. El insomnio que padecía había provocado que conociera el bajo mundo nocturno, mis continuas huidas a mitad de la noche era desconocidas para casi todos, excepto algunos criados que me ayudaban a escapar, los dueños de los lugares que visitaba, los cuales nunca reconocían que era su príncipe, era simplemente imposible que la realeza entrase a la zona roja de la ciudad, esa era una idea inconcebible para cualquiera. Realmente nadie sabía a dónde iba cuando salía del castillo a media noche, solo él, pero ese era su secreto, nadie lo sabría nunca.
Esos momentos a altas horas de la noche, cuando los títulos no importaban, cuando todos eran desconocidos, esos momentos eran los que me hacían sentir vivo, esas pocas horas siendo un total desconocido para todos a mi alrededor, incluso para mí mismo me hacían sentir bien, libre. Por esos momentos de libertad cambiaría mi riqueza, mi posición y poder, solo por poder esconderme en la invisibilidad de ser una sombra en la oscura noche que se abría a mil posibilidades diferentes para aquellos que sabían dónde y como buscarlas.
Así se pasaba mi vida, deseando un cambio, pero sin intentarlo realmente, escapando de mi mundo conocido hacia aquel del anonimato total. Un día lo intentaría, saldría de ese estúpido castillo y nunca regresaría, moriría como cualquier otro, sin miedo, totalmente libre.
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Mensaje por Invitado Vie Abr 19, 2013 8:46 pm

me encantó ese prologo Bolitas síguela :D

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Mensaje por PrisAlvS Vie Abr 19, 2013 8:50 pm

Oh cierto, lo había olvidado jajajaja, ya casi la sigo c:
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Mensaje por PrisAlvS Vie Abr 19, 2013 8:52 pm

Capítulo I: Dos semanas antes

La luz roja relucía sobre la puerta con el letrero amarillo. “La casa del ángel caído”. También conocida como “La casa del secreto”.
Estaba sentado a oscuras frente al prostíbulo, observando quienes entraban y salían, podía ser la casa del secreto, pero mientras observase la entrada ya no había secretos. Conocía a muchos de los que entraban confiados.
De nuevo no podía dormir.
Me escabullí fuera del palacio como hacía tantas noches, pero esta decidí solo permanecer sentado y descubrir los secretos de los demás. No buscaba placer ni poder, solo permanecía en silencio esperando por algo, pero sin saber qué. Miré el cielo, la luna relucía en el centro del cielo, se veía tan roja como la sangre, mucho decían que era un mal augurio, un maldición; otros solo la considerábamos encantadora y diferente.
Bajé la mirada en cuanto escuché las pisadas, creí que sería otro cliente del burdel, en su lugar descubrí a una dama caminar entre las sombras, iba vestida de negro, pero sus labios se veían de un rojo imposible. Su forma de andar era tan delicada y fuerte a la vez. Toda ella se veía perfecta.
Vampiro, pensé.
Solo los vampiros podían caminar con tanta confianza en la noche, el momento en que su vida se desarrollaba era en esas pocas horas sin luz solar. En Traslum normalmente había pocos vampiros, pero junto con la familia real muchos vinieron a celebrar la fiesta en honor al compromiso del príncipe nefilim y la princesa vampírica.
Sí, la princesa y yo.
Oh, querida política, gracias a ésta estaba comprometido en matrimonio con una vampiresa, la cual podría simplemente acabar con mi vida si lo deseaba. Junto a este matrimonio arreglado venía también la herencia familiar.
Traslum y Helcron se unirían, el reino nefilim se uniría al vampírico, hijos de los ángeles unidos a hijos de la noche, ¿podía haber algo peor? Sí. La coronación de la nueva pareja se celebraría poco después del matrimonio, eso significaba que sería rey en contra de mi voluntad.
Suspiré mientras la vampiresa pasaba frente a mí sin detenerse a comprobar quien era el extraño que se escondía en las sombras.
Hice cálculos mentales, tenía dos semanas antes de la fiesta y muchos preparativos que hacer, tal vez todavía no era muy tarde.
Todavía debía dormir un poco, no podía amanecer sin haber conciliado el sueño. Me puse en pie y me acerqué al farolillo rojo, abrí la puerta al mundo del secretismo, del anonimato y me entregué al placer que podría sentir por algunos momentos.

-¡Derek! Despierta, ¿qué haces en la cama?
Bien mi madre había decidido que ya había dormido suficiente, aunque ella no sabía que solo me había perdido en la inconsciencia por dos horas esa noche. Últimamente estaba histérica, todo debe ser perfecto para la fiesta de compromiso, solía decir tan a menudo que nadie le ponía atención.
Me giré y cubrí con las cobijas totalmente, había cerrado la puerta con llave en cuanto llegué, por lo que decidí no levantarme y dormir un poco más, lo cual era difícil por todos los golpes contra la puerta de mi habitación.
-Bien, sigue durmiendo, nosotros buscaremos a la princesa sin tu ayuda.
Abrí los ojos de golpe. Miré por la ventana, no quedaba más de una hora antes del amanecer, no había dormido dos horas, ni siquiera cinco minutos. Me levantó tan rápido como pude y abrí la puerta de par en par.
-¿Qué pasó?
-Bueno, anoche le dijo a su padre que quería conocer la ciudad, se fue con algunos guardias, pero logró escapar, y ya casi amanece, los guardias han buscado por todos lados. Según su padre anda con un vestido negro.
-Maldición. Voy de inmediato.
Cerré la puerta con fuerza frente a mi madre, dejándola fuera mientras me vestía un poco. No podía ser la chica que había visto frente al burdel.
Corrí hacia mi salida secreta, así llegaría más rápido a la ciudad. Los conocidos atajos hacia la zona roja pasaron a mí alrededor sin que los notase. Pensé en lo histérica que se pondría mi madre cuando se enterase de que había salido sin guardias. Bueno, ya son dos miembros de la realeza que están completamente solos.
Me detuve frente a “La casa del ángel caído”, el rastro de poder vampírico todavía se podía percibir. Utilice mis poderes de nefilim, lo que me permitió seguir el rastro cada vez más fuerte.
-¿Princesa?-pregunté, la sombra que estaba observando la ciudad no se movió, pero sí habló con una voz suave, dulce y melódica.
-Eso fue rápido, y justo a tiempo, diría yo, pronto amanecerá.
-¿Por qué ha huido?
-¿Cuál es el nombre de mi salvador?-preguntó ignorando mi pregunta.
-Derek. Solo Derek.
-Muy bien, solo Derek, ya que sabe quien soy podríamos irnos al Palacio, aquí hace mucho frío y mis padres deben haber enloquecido. En cuanto a su pregunta, creo que sabe la respuesta, pasar por ciertas zonas de esta ciudad me hubiese resultado imposible con mi guardia personal. ¿Le gustan los farolillos rojos, príncipe?
Me quedé perplejo ante sus palabras, me había reconocido frente al burdel, y ahora también lo hacía, no había visto mi rostro en ninguna ocasión pero sabía quién era. No se me ocurrió que contestar, la sorpresa me había tomado desprevenido.
-No diré nada a cambio de su silencio sobre mis visitas nocturnas a la ciudad, ¿trato?-exclamó mientras se giraba.
Sus labios seguían tan rojos y atrayentes como antes, pero esta vez solo pude concentrarme en sus ojos, esos grandes ojos turquesa, sabía que los irises se podían convertir en simples líneas turquesa brillantes, al igual que le pasaba a todos los vampiros por la sed de sangre, siempre me había parecido extraño. Pero sus ojos ejercían un poder hipnótico sobre mí, no podía dejar de verlos.
-Por aquí, la acompañaré hasta el palacio-logré decir después de un rato.
Una sonrisa curvó sus labios rojos.
-Sobre lo de antes.
-No sé a qué se refiere, princesa.
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Mensaje por PrisAlvS Vie Abr 19, 2013 8:54 pm

Capítulo II: El baile (1)

Observo como los invitados se mueven para dejar el paso libre. Entonces la veo. La princesa, la única que conoce mi secreto, la única que sabe de mi insomnio y mis visitas nocturnas a las casas de los farolillos rojos. La única.
En dos semanas se había convertido en una amiga, una confidente. Pocas veces nos habíamos logrado ver, algunas en secreto, al parecer ambos somos noctámbulos, bueno, ella siempre lo ha sido y será, yo solo algunos días.
La observo, su boca curvada en una permanente sonrisa pícara que me incita a guardar secretos y romper reglas, ha rebelarme y liberarme, a dejarme bajo su mando y cumplir sus deseos. Me había obsesionado.
Me puse en pie como dictaban las reglas de cortesía y bajé los escalones hacia los invitados de honor. Tomé su mano enguantada de negro e incliné mi torso en una formal reverencia, deposité un suave beso en su mano, mientras la misma sonrisa pícara suya se dibujaba con mis labios.
Me enderecé solo para volver a inclinarme en honor de los reyes y padres de mi prometida. Regresé a mi asiento seguido por Evangeline, a mi lado había un trono dispuesto para ella.
-La luz del amanecer y la del anochecer es roja como la de un farolillo- dijo Evangeline en cuanto tomó asiento.
-Esta misma luz se puede apreciar en cualquier zona de la ciudad- le respondí la broma de tal forma que solo nosotros entendíamos que quería decir.
Era gratificante tener a alguien que supiera todos mis secretos y que no los juzgase ni divulgase. Nunca creí que alguien así podría existir, pero cuando ese alguien tiene otros secretos que ocultar se puede evitar la vergüenza de ver la verdad expuesta.
-Nos vamos a Helcron en una semana, ya no podré contemplar el rojo iluminar la ciudad.
-Ya lo sé, ¿en Helcron no hay luces como las nuestras?
-¿A qué hora? De noche no resultaría un secreto, y de día resultaría muerte.
-No lo había visto de ese modo, entonces tendrá que aprovechar estas noches venideras para conocer toda la ciudad que queda sin explorar.
-Pero no puedo ir deambulando por ahí sola.
-No lo hará, princesa, ya sabe que no.
-Solo tengo una petición, la cual haré después.
-Mientras cumpla con mi petición haré lo que desee.
-¿Y cuál sería?
-¿Baila, princesa?- dije poniéndome en pie y ofreciéndole una mano.
-Creo que no me puedo negar a tan dulce petición frente a tan numeroso público.
-Sería cruel de vuestra parte dejar a este pobre príncipe bailando solo.
-Eso no se debe permitir. Por supuesto que bailo.
Sus gráciles y fluidos movimientos congelaron la habitación. Todos se alejaron del centro del salón para permitirnos bailar. Los músicos iniciaron una nueva melodía en honor a la pareja real. Todos nos observaban, todos nos envidiaban. Por momentos así pensaba que ser príncipe y heredero al trono era algo hermoso, sagrado casi, solo por ver esa sonrisa pícara iluminar ese rostro mitad ángel, mitad demonio, ese rostro de vampiresa que hacia mi corazón derretirse y congelarse, todo al mismo tiempo.
¿Cómo había pasado eso?
-¿A qué hora termina esta encantadora velada?- susurró la princesa en mi oído mientras giraba a mi alrededor.
Hice un muy leve encogimiento de hombros, entendiendo a lo que se refería sin que lo dijese. Sentí una mirada arder en mi espalda, giré mi cabeza y descubrí al rey vampiro observarme con severidad, ¿bueno o malo? No lo sabía.
Su mirada me hipnotizaba, si Evangeline no hubiese tirado de mí podría haber pasado la noche entera bajo su poder.
-Cuidado con el gato, pequeño ratón- murmuró lo más bajo que pudo.
-Estoy bien. ¿Seguimos o no?
-Me encantaría sentarme, estoy sedienta y este no es un buen lugar para calmarme, de una u otra forma.
Tragué lentamente, lo recordaba, claro que sí, nunca lo podría olvidar.
Conduje a la princesa hasta nuestros asientos, tomados de la mano, como dos niños que juegan en el bosque y se toman las manos para no perderse ni alejarse el uno del otro. En su mano encontraba la ayuda que necesitaba para superar mi día a día, con todas las responsabilidades que tenía y que no deseaba. Todo eso lo podría superar por estos pequeños instantes donde era capaz de estar junto a ella.
Poco importaba ser vigilado por todos en el salón, sabía que pronto sería libre para estar con Evangeline cuanto quisiera, sería mía.
-Derek, ten cuidado- me dijo mi padre en cuanto ocupé mi asiento junto a él.- El rey tiene mejor oído del que creéis.
-Ya lo sé, no he dicho nada indebido en ningún momento.
-Un paso en falso y se acabara.
-Reitero, no he mencionado alguna palabra o frase indebida, no hay motivo para preocuparse, padre, sé muy bien cuál es mi papel en esta obra, no necesito que me lo recuerden cada cinco minutos.
-¿Una obra? ¿De qué hablan?- preguntó Evangeline, no había notado su ausencia gracias a la conversación con mi padre.
-Nada importante, solo conversaba con mi hijo- respondió cordialmente mi padre, siempre se salía con la suya, ¿cómo no noté que ella no estaba?
-¿Qué hacía, princesa?- ignoré a mi padre, el cual parecía no haber terminado la conversación, pero se contuvo, luego me reprendería, pero por el momento no me importo.
-Solicitando algo a mi padre, algo pequeño sin importancia, luego os lo diré.
-Muy bien. Creo que mi padre teme que cometa un error.
-¿Un error? ¿Algo así como escoger mal un color?
-No, arruinar el acuerdo de matrimonio entre nosotros y así acabar con el reino y la vida como se conoce actualmente, es algo dramático.
-Oh no, mejor mantenerse lejos de los colores fuertes, perdón, lejos de los malos pensamientos.
-Claro, no se vaya a cometer una locura, como escapar a la primera oportunidad.
-No escapé, solo di un paseo a solas en la zona roja de la ciudad.
-Lo entiendo perfectamente.
-Hora de cenar- informó mi padre en general.
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Mensaje por PrisAlvS Vie Abr 19, 2013 8:56 pm

Capítulo III: Una semana antes

Pocos días habían pasado, pero ya sentía una conexión tan fuerte con la princesa, no, con Evangeline, que resultaba confuso y abrumador. Nunca antes me había sentido cómodo con alguien, ni familia, ni amigos, y mucho menos desconocidos, pero Evangeline era diferente, por ella podría hacer todo, solo tiene que pedirlo, pero aunque mi devoción resulta evidente, no se aprovecha de eso.
Mi vida había cambiado, pasaba las noches en vela junto a Evangeline, había olvidado mi vida diurna y mis responsabilidades como heredero, por un lado seguía odiando ser de la realeza, por el otro lo apreciaba tanto que temía perderlo todo en cualquier momento, ya que perder mi posición sería perder el poder casarme.
Me encontraba en el jardín leyendo, el atardecer iluminaba las rojas con un resplandor rojo, el color con el que la conocí, nuestro color. Pronto el sol desaparecería por completo y podría volverla a ver. Estaba obsesionado, lo sabía, y no me interesaba cambiar esa situación.
—Odio no poder apreciar el atardecer, en casa tenemos cristales especiales a prueba de los rayos ultravioleta, gracias a la magia, claro.
—Mis disculpar, pero nunca habían resultado necesarios aquí.
—Lo entiendo. ¿Qué haremos hoy?
—Lo que desee, princesa.
—¿Podemos ir a uno de eso lugares rojos?
—Pero, esos lugares son… bueno, yo…
—Por favor, en serio quiero ver como son por dentro.
—Creo que podríamos, pero más tarde, aun es muy temprano para huir.
—Muy bien.
Por varias horas paseamos por el jardín, conversamos sobre temas triviales. Pronto todos se fueron a dormir o se encerraron a hablar en oficinas y demás, solo los guardias se mantenían atentos a lo que hacíamos. Mis manos temblaban ligeramente, si alguien se enteraba de esto estaría acabado.
Me incliné hacia la princesa y le ofrecí mi mano, entendiendo el significado la tomó y me permitió guiarla hacia mi salida secreta, nadie se molesto en seguirnos, nos dirigíamos hacia el palacio, estaríamos a salvo ahí. Serpenteamos por los pasillos disimuladamente, aparentando no tener rumbo fijo.

La ciudad estaba oculta por la densa niebla proveniente del lago, hacía más frío de lo usual, pero Evangeline no parecía notarlo. Ambos caminábamos tranquilamente por las callejuelas. Había pocas personas fuera, y las pocas que eran no nos prestaban atención o estaban totalmente ebrios.
Logramos llegar a la zona roja de la ciudad sin inconvenientes, el viento movía gloriosamente el cabello de Evangeline, se veía encantadora como siempre.
—Entremos, —pidió.
—No estoy seguro si dejan entrar damas.
—Eso no es problema, vamos.
—Bien.
Lentamente nos dirigimos hacia la puerta iluminada por el farolillo, en cuanto la atravesamos todos los ojos se posaron en nosotros, la encargada de “La Casa del Ángel Caído” se dirigió hacia nosotros, al parecer venía a pedirle a Evangeline que saliera.
—Señorita, lamento tener que informarle…
—Nos quedaremos con una habitación, el servicio de sus trabajadoras no será necesario, no hay problema con eso, ¿cierto? —Evangeline miraba los ojos de la dueña con una intensidad que me mantuvo inmóvil en mi lugar.
—Claro, no hay problema, aquí está la llave —la dueña parecía hipnotizada por la mirada de Evangeline, la cual tomó la llave y mi mano y se dirigió escaleras arriba.
Llegamos a una habitación decorada al igual que todas las habitaciones. Las paredes era de colores oscuros, una gran cama se ubicaba en el centro de la estancia, las velas aromáticas proporcionaban una oscilante luz naranja y un olor fuerte llenaba la habitación, se lograba percibir el olor a sexo después de años de uso. Las sábanas estaban limpias, eran cambiadas después de cada cliente.
—Quiero intentar algo, ¿puedo? —susurró la princesa a mi oído.
—Lo que sea, —susurré estúpidamente, mientras me dejaba arrastrar hacia la cama.
Me senté junto a la princesa, la cual se volteó para quedar de frente a mí. Se acercó lentamente, reduciendo la distancia entre nosotros.
—Este será otro de nuestros secretos, —continuó susurrando Evangeline.
La corta distancia que nos separaba desapareció por completo. Sentí sus labios presionarse contra los míos, la suavidad de su beso me embriagaba. Moví mi mano hasta posarla en su cintura, temí que me empujara por el contacto, pero lo único que hizo fue acercarse poco a poco.
Sentí sus manos unirse por detrás de mi cabeza, por lo que me atreví a abrazarla con ambos brazos. No podía creerlo, la estaba besando. Sentí como ligeramente nos inclinábamos más y más, estaba tan desorientado que no entendí porque sucedía, hasta que sentí como mi espalda chocaba con la cama. Evangeline se acomodó sobre mí.
Nuestras respiraciones estaban agitadas, la temperatura de la habitación iba subiendo aceleradamente.
—¿Confía en mí? —su voz sonó a perfección junto a mi oído.
—Sin duda alguna, —logré responder con dificultad.
Sentí como Evangeline recorría mi cuello con su boca, dejando suaves y cálidos besos que me excitaban.
Fue totalmente inesperado, no sabía lo que haría hasta que sucedió. Un ligero sonido a piel desgarrada llego a mi oído seguido por un leve momento de dolor. Sentí sus colmillos traspasar mi piel y entrar en mí, la sangre brotó directa hacia su boca, su perfecta boca. Por unos segundos me asusté, hasta que el placer más grande me invadió.
Nada se compara con lo que sentí ese día, era como alcanzar la gloria, el éxtasis. Descubrí que le estaba dando vida, mi vida; mi sangre la estaba alimentando, ella viviría por siempre con una parte de mí en sí, ese conocimiento me hizo sentir extasiado, mucho más feliz que la grandiosa sensación de sus succiones sobre mi cuello.
Le presione más fuerte sobre mí, no deseaba que se separase nunca. Mi cabeza daba vueltas por varios motivos, la excitación y el placer, la pérdida de sangre, pero sobre todo por poder ser parte de Evangeline. Por un poco de mi sangre ella podría vivir, con y sin mí, nada importaba mientras ella viviera.
Con gran pesar la sentí dejar de succionar, esa agradable presión sobre mi garganta desapareció, solo su recuerdo quedó.
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Mensaje por PrisAlvS Vie Abr 19, 2013 8:57 pm

Capítulo IV: El baile II

Observé a los invitados salir por la puerta principal del palacio, la fiesta había acabado, todos volvían a sus hogares, a seguir con sus responsabilidades nocturnas, a divertirse, a dormir; no me interesaba qué harían, solo me importaba que se fueran y no volvieran, sus rostros me recordaban mis deberes, rodeado de nobles me asfixiaba, me sentía como un claustrofóbico en un armario.
La velada había acabado, lo que seguían eran asuntos políticos entre ambos reyes, asuntos que podían prescindir de mi presencia. Iba a dar un paseo con la princesa, el último en Traslum antes de su regreso a Helcron. Caminamos lentamente por todo el castillo. Poco a poco la servidumbre iba desapareciendo, la guardia real se iba durmiendo discretamente. En pocos minutos nadie nos prestaba atención.
Nos escabullimos por el pasillo secreto como hacíamos a menudo; algunas veces visitábamos “La Casa del Ángel Caído” con su farolillo rojo como la sangre, otras veces solo caminábamos por la ciudad, le mostré a Evangeline las zonas más hermosas de la ciudad iluminadas por la tenue luz plateada de la luna en el cielo.
Esa noche todo el pueblo estaba cubierto por un brillo plateado proveniente de la creciente luna que pendía en el cielo libre de nubes que la ocultaran. Las estrellas titilaban débilmente sobre nuestras cabezas. Nuestras sombras eran manchas oscuras sobre el suelo teñido de negro por la noche. Había luces esparcidas por toda la ciudad, iluminaban pequeñas partes, mostrando edificios construidos con piedra mágica.
El laberinto de callejones provocaba que fuera sencillo perderse, había que conocer la ciudad para poder guiarse libremente sin miedo a extraviarse y tardar horas en volver a algún lugar conocido.
Llegamos a la plaza central. En el centro, sobre el adoquinado, estaba la fuente, era monumento en honor a los Grigori, los primeros nefilim en existir sobre la tierra, su sangre fue la más pura de todas, “que mal que queden tan pocos Grigori” pensé tristemente.
La fuente era de mármol blanco, bajo la luz de la luna parecía una estatua escultura de plata. La estatua estaba tallada exquisitamente. Se podía apreciar el sufrimiento en el rostro del ángel al que se le caían las alas, a su alrededor varios nefilim se amontonaban, tan hermosos como el mismo ángel, pero sin alas. El agua salía en pequeño hilos de las alas rotas del ángel, simulando ser sangre, y caía en el círculo rodeado de marfil donde se podía sentar y pasar un tiempo contemplando la plaza central.
—Es hermosa, —jadeó Evangeline, lentamente se acercó para contemplarle mejor—. Parece hecha con plata. En su rostro se ve tanto sufrimiento, debió ser una agonía, perder las alas de esa forma, perder la familia, todo lo que conocía.
—Por amor, —completé. Observé su rostro contrariado, no entendía—. La leyenda dice que Azazel, el que se cree es este ángel, era miembro de los Guardianes, ángeles destinados a cuidar a los humanos, debían vivir junto a ellos, pero nunca relacionarse. Las hijas de los humanos eran hermosas a los ojos de los Guardianes, por lo que se reprodujeron con ellas, rompiendo toda ley existente, tanto divina como biológica. Estos hijos se convirtieron en híbridos, mitad ángeles, mitad humanos, eran los Grigori. Pero los ángeles se habían condenado a sí mismos, por lo que cayeron, sus alas les fueron arrebatadas y también su derecho a permanecer con los humanos y con sus hijos.
—Es horrible, —Evangeline se tapo la boca con una delicada mano envuelta en seda roja—. Por amor. Sufrir por amor.
Pasé uno de mis brazos por sus hombros, quería cuidarla, protegerla, pero temía que se apartará de mí.
La sorpresa me invadió cuando sentí sus delgados brazos rodearme, apoyo su cabeza en mi pecho y me permití rodearla con ambos brazos, la abracé mientras contemplábamos el agua caer desde las alas del ángel.
Sentí como Evangeline se movía ligeramente y aflojé la presión de mis brazos para permitirle hacer lo que quisiera.
—Es una historia horrible, pero al mismo tiempo hermosa, gracias por contármela.
Giré mi rostro hacia el suyo y descubrí que me miraba directamente a los ojos. Me perdí en su mirada, el anillo turquesa de sus irises brillaba con gran fuerza. La luz de la luna provocaba que su piel pareciese oro blanco, sus labios se veían rojos y me hipnotizaban. No podía dejar de apreciar su magnífica belleza, era la mujer más hermosa, tanto real como imaginaria, podía ser una alucinación o un sueño, pero era el sueño más dulce que había tenido nunca.
Tomé todo el valor del que fui capaz y me inclinó hacia ella, mis manos sudaban contra la suave tela de su vestido, necesitaba saber que era real, que estaba frente a mí y no era producto de mi imaginación. Seguí reduciendo la distancia entre ambos, centímetro a centímetro.
Estaba nervioso, pero extasiado. A pesar de estar haciendo algo indebido, la princesa no se apartaba, me permitía seguir acercándome, más y más.
El rocé fue tan leve que podía haberlo soñado, pero mi corazón dio un vuelvo y se aceleró. Posé mis labios sobre los suyos con suavidad, no quería asustarla, no quería acobardarme. Cuando sentí sus manos subir a mi cabello creí que iba a morir.
La mujer más perfecta del universo estaba entre mis brazos y me permitía besarla. Debía estar en el cielo, era el Paraíso.
Mis brazos se aferraron a Evangeline con más fuerza, nuestros labios se movían juntos, dos personas que encajan perfectamente la una con la otra. La besé con fuerza y con delicadeza, con pasión y cautela.
Aprisioné ese instante, la perfección de ese momento, dejé de pensar y me dejé llevar. Cuando Evangeline bebió mi sangre el éxtasis me había invadido, pero al besarla me sentía aun mejor. Me sentía poderoso, invencible, inmune.
Todo era perfecto, Evangeline, la noche, el beso. Si eso era un sueño deseé seguir soñando por siempre, no quería abandonar la felicidad que me invadía.
La amaba.
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